De esos inventos modernos en los que confiamos en nuestra vida diaria, quizás el que más despreciamos es el despertador. Su áspero timbre nos hace despertar del sueño y volver a la realidad. Sin embargo, por muy molestos que puedan resultar los despertadores, son un elemento indispensable cuando nos despertamos. Esto plantea una pregunta interesante: ¿Cómo se despertaba la gente antes de que los despertadores se volvieran tan comunes?
A lo largo de los siglos,
incluso el simple hecho de decir la hora ha sido uno de los grandes desafíos que ha enfrentado la humanidad, y nuestros antepasados han intentado resolver este problema con inventos más elaborados. Los antiguos griegos y egipcios inventaron relojes de sol y obeliscos imponentes para marcar el tiempo utilizando el movimiento de la sombra del sol. Alrededor del año 1500 a. C., la gente inventó relojes de arena, relojes de agua y lámparas de aceite, utilizando arena, agua y aceite para registrar el paso del tiempo.
Entre estos primeros inventos se encontraban intentos preliminares de crear despertadores matutinos, como relojes con velas. Este sencillo dispositivo de la antigua China tiene clavos incrustados. Cuando la vela se derrite, los clavos estabilizados en el interior se caerán y, en un momento determinado, los clavos harán un fuerte ruido en la bandeja de metal, lo que puede despertar a la persona dormida.
Pero estos inventos más toscos eran impredecibles y poco fiables.
Entonces, hasta que se cree una maquinaria más precisa, la gente tendrá que confiar en otra forma más innata de medir el tiempo: nuestros relojes biológicos.
Melinda Jackson, investigadora principal en sueño y psicología de la Universidad RMIT en Australia, dijo que nuestros patrones naturales de sueño y vigilia se componen de dos procesos fisiológicos: la homeostasis y el ritmo circadiano. “La homeostasis es principalmente un proceso de señalización controlado por la región del hipotálamo del cerebro”, dice Jackson. “Cuando nos quedamos dormidos, el impulso de dormir se disipa a lo largo de la noche, y cuando se disipa, es hora de levantarse”.
Sobre esta base, el ritmo circadiano (también controlado por células del hipotálamo) es un proceso paralelo que se produce a lo largo del día para regular el sueño y el estado de alerta. Además, este proceso también se ve afectado por la luz y la oscuridad, lo que significa que los períodos de vigilia y somnolencia suelen corresponder a la luz del sol de la mañana y a la oscuridad de la noche, respectivamente. Jackson dijo que antes de la llegada de los despertadores, probablemente así era como la gente se despertaba, es decir, se despertaba con el sol naciente después de acumular una cierta cantidad de tiempo de sueño.
Factores religiosos
Sasha Handley es profesora titular de Historia Moderna Temprana en la Universidad de Manchester, Reino Unido. Su investigación sugiere que el motivo del despertar es en parte religioso, ya que generalmente se considera que el este es la dirección en la que Jesús despertó cuando resucitó. Entonces es posible que esta dirección también permita a las personas despertarse con los rayos del sol.
Handley dijo: “Es difícil para la gente imaginar hoy que existe un mundo en el que la forma de dormir y despertarse se ve directamente afectada por el atardecer y el amanecer”.
Handley añadió: “Otro hecho digno de mención es que en el pasado la gente no podía aislar sus casas del ruido exterior como lo hacemos hoy. Para una sociedad predominantemente agrícola, los sonidos de la naturaleza pueden haber sido realmente importantes. El sueño fue interrumpido por el el canto de los gallos y el mugido de las vacas esperando a ser ordeñadas, mientras que las campanas de las iglesias también servían como despertadores matutinos”.
Handley cree que históricamente, las personas pueden haber estado más inclinadas a despertarse a una hora específica. Las investigaciones sobre la Gran Bretaña moderna temprana muestran que en esa época, la hora de la mañana se consideraba un momento espiritual en el que las personas podían desarrollar una relación más estrecha con Dios levantándose a una hora predeterminada para orar. “Levantarse a tiempo se consideraba un signo de buena salud y buena moral”, dijo Handley. “Había casi una sensación de competencia por levantarse temprano: cuanto más temprano te levantabas, más te favorecía Dios”.